26.11.05

Mi amiga de infancia


Quiero traer al recuerdo de esta amiga a mi mente pero su imagen se me pierde y se esfuma envuelta en un halo nebuloso, como no queriendo emerger del mundo del olvido. Contemplo con los ojos entornados, de una manera lejana y borrosa, su sonrisa triste y sus facciones rasgadas. Exteriorisaban un sinsabor, contrastante con nuestra inquietud y alborozo infantil. No la recuerdo sonriendo.
En su rostro una tristeza contagiante se dibuja tenuemente. Una risa explosiva me sobresalta y me saca de la meditación en la que me encuentro. Delante de mí, una chica ríe a carcajadas festejando chanzas vulgares de sus compañeras. “La siguiente”, llama la auxiliar. Estoy abúlico, anoche tuve una guardia muy trajinada, casi no dormí, hoy día estoy cansado. El ambiente cerrado y caluroso del consultorio, y el hecho de pensar que en estos momentos podría estar tomando mi siesta, han abatido mi ánimo.

Una vez a la semana, en el hospital, examinamos a “las chicas de la vida alegre”, idealismo semántico de esta sociedad que no quiere llamarlas prostitutas, así como llama “pueblos jóvenes” a las barriadas, como que si empleando términos adornados soluciona sus problemas. Mujeres, vendedoras de placer, que en su afán de supervivencia en ese submundo de fatalidades, se transforma súbitamente de una dulce amante a la más agresiva y destructora tarasca que uno se puede imaginar.
Las examino, quiero concentrarme en mi trabajo, pero por mi mente pasan rauda y farragosamente los recuerdos de esta lejana y olvidada amiga. “¿Qué tal?, ¿Cómo estás?, ¿Qué ha sido de tu vida? “Hace tanto tiempo que no nos hemos visto”. La desconcierto por tanta pregunta, quiero saber de ella pues su imagen vaga en mis recuerdos como hoja seca a merced del viento. “¡Hola!, Estoy bien. Ahí, mi vida como la de cualquier otra. Sí, hace muchísimo tiempo que no nos veíamos”. Encubrió su rostro ocultando su sonrisa triste y me respondió con rubor, timidez y parquedad. ¡No has cambiado amiga!
Me despabilo, mi mente se alerta y continúo mi labor. Me cambio de guantes, introduzco el especulo, examino, saco muestras del fondo vaginal y del cuello uterino. Todo automatismo y monotonía. Una que otra pregunta: “¿Alguna molestia?, ¿Alguna secreción?, ¿Algún dolor?”. Las respuestas siempre mordaces, lanzan sus pullas, las que tengo que aceptar y sonreír.
¡No puedo creer que fuera ella! La he visto después de tanto tiempo. Trato de traer a mi mente todos los recuerdos que tengo de ella y el que descolla es su faz melancólica. En mi infancia la recuerdo tomada de la mano de su hermanita menor y alejada siempre del grupo. Era una niña triste, a veces su mirada mustia envolvía a todos y detenía nuestras travesuras. De figura débil y vacilante, a veces pensábamos que se quebraría si hacía esfuerzos violentos.
“¡Apúrese Doctor!, ¡En qué está pensando!”, me reclama una de las prostitutas. Yo les respondo que esperen, que tengan paciencia, que tengo que examinarlas con cuidado. ¡Qué habrá sido de su vida!. Hacía 18 años que no la veía. ¿Se casaría?. “Si me casé, tengo una niña. Está grandaza y es muy sabida”. Chocherías y orgullo de madre cariñosa. La recuerdo con su falda azul y la blusa blanca en los que su cuerpo no encajaba, el gorro en su cabeza se le caía por delante de sus ojos causando la hilaridad nuestra. ¡Que habrá sido de tu vida, amiga mía!.

Me levanto de la silla giratoria, he estado mucho tiempo agachado examinando que me duele la espalda. Salgo al pasadizo y me recibe una barahúnda de risas y comentarios de estas mujeres. “¿Es usted soltero, Doctor?; Tá bueno, Doctor! ¿Qué jovencito que es?”. “¡Respeten al Doctor!”, reclama la auxiliar sin tono autoritario para ser escuchada. Respondo a sus pullas con una sonrisa. Todas felices sonrientes, sobrellevando una jocosidad y vida alegre tan superficial que el más insignificante aire cáustico en su contra desencadenaría la explosión de un mundo cruel, vulgar, agresivo y llenos de desgracias. Unas mozas, algunas adultas y otras añosas.
“¡Hey, chapara!”, “¡Qué quieres ardiente!”, “Doctor, le dicen la insatisfecha, ¿Sabe porqué?”, “¡Fogosa, tu turno!”. Apelativos y comentarios sugestivos para atraer a un amante furtivo, a quien la calidad del placer le es dado de acuerdo a la cantidad de dinero que paguen.
Reingreso al consultorio y continúo el examen. Este pequeño relax ha mejorado mi ánimo. “¡La siguiente!. “Las nalgas más adelante, por favor… ¡Ya está!... ¡Otra!... No cierre las piernas… ¡Listo!
Continúen pasando, por favor… Señorita, otro especulo… “De pronto el rostro triste de esta olvidada amiga se infiltra nuevamente a mi conciencia como una luz esclarecedora, insensible y cruel que hiere mi corazón y mis sentimientos, como un puñal que es introducido lentamente al corazón destruyendo fibras y sentimientos a cada milímetro que avanza para bruscamente dar la estocada final y producir una explosión de sangre y dolor. Cierro los ojos, un ¡Porqué! Y un ¡No puede ser! Se dibuja en mi estupefacto rostro y veo claro… tengo que aceptarlo…. ¡Sí, era ella!... la quinta chica que examiné era mi amiga de infancia.

4 comentarios:

Principezca dijo...

Y qué pasó después ????
Hay por favor..no es que sea chismosa pero dime porfis

Principezca dijo...

Gracias mil por decirme qué pasó con tu amiga y gracias por los bellos comentarios que has dejado en las aportaciones que hago en los blogs, gracias por tomarte el tiempo para hacerlo

Un beso con cariño

Anónimo dijo...

DOCTOR, ES UD FABULOSO YA QUE CREA LITERATURA DE SU VIDA, ME DA CURIOSIDAD LO QUE UD ADEMAS DE LO QUE ESCRIBE HABRA SENTIDO, ADEMAS ME PREGUNTO SI SU AMIGA DE SU INFANCIA FUE ALGO MAS,Y FINALMENTE COMO ES SU RELACION ACTUAL CON ELLA. ESPERO QUE SIFA SIENDO SU AMIGA

JJ Custodio dijo...

Solo fue una amiga de infancia.
Después de ese día nunca más la volví a ver.