26.11.05

Su primer hijo


Me pidió por favor que yo atendiera el parto de su esposa. Acepté gustoso. Era una mujer joven, había sido controlada y no tenía complicaciones. El parto iba a ser sencillo.
“Es nuestro primer hijo y mi mujer se encuentra muy nerviosa”, exclamó emocionado. Mi amigo era estudiante de Medicina – cursaba años inferiores – quería darle valor a su esposa, pero se encontraba tan nervioso como ella. ¡Era su primer hijo!
Hacían una moza y alegre pareja, él tenía 23 años y ella 20 años. Cuando vi por primera vez a su esposa en sala de parto – no la había conocido antes – me sorprendió mucho. Su cabello castaño rizado, la candidez de su mirada, su sonrisa pura y cristalina y la inocencia de su rostro lleno de pecas que se habían oscurecido aun más por la gestación, la cubrían de un aire pueril que atraían cuidados cariñosos como los que se le brindaría a una niña triste, sola y abandonada. “¡Que sea hombre, Jesús, hermoso y robusto como su padre!” Exclamó enternecido. La emoción de mi amigo nos envolvía a todos, se trasmitía de corazón a corazón despertando expectativa en todo el personal por el nacimiento de su hijo.

En muy pocas veces el ambiente de Obstetricia está tan tranquilo como ahora. Hay 2 gestantes que van a dar a luz pero todavía dentro de una hora. Aprovecho esta placidez y me echo a descansar en la habitación de internos. En el silencio del aposento mis pensamientos se liberan y fluyen libremente; el foco de mi atención se fija en la emoción del primer hijo. Cuanta emoción reprimida hay, que basta escuchar el llanto del niño, para que el corazón del padre estalle de alegría como una granada cuyas esquirlas de felicidad se clavan en el corazón de los que lo rodean agitándolos y cuyas ondas explosivas atraviesan las paredes produciendo sonrisas de complacencia en todo aquel que la escucha. No he visto rostro de mayor felicidad como el de una madre cuando escucha el llanto de su hijo que acaba de nacer; y no he experimentado mayor satisfacción como cuando traemos al mundo niños robustos y sanos. En agradecimiento besaron mis manos en una oportunidad. ¡Qué profunda emoción experimenté! ¿Podrá tener hijos Jany? Mis ojos se cierran, me subconsciente empieza a aflorar.



Me voy quedando dormido… corro tomado de la mano con Vicky a orillas del mar.
Empiezo a soñar. Penetro en un bosque oscuro. “Vicky donde estás!”. Llueve intensamente. A lo lejos veo a Mary. Busco. Encuentro a Jany. ¡Qué linda que estás!.. ¡No te vayas! Esa cicatriz en el bajo vientre. La operación salió bien. ¿Hijos?... Tengo temor a que mi primer hijo no sea hombre.
¡Doctor Custodio, ¡Doctor Custodio!, !Una completa!. El grito de la Obstetriz me despierta bruscamente y corta mis sueños. Me levanto presurosamente, la tranquilidad ha desaparecido. Las auxiliares corren a preparar la sala de partos. ¡Un par de guantes! Grito. Una mujer es subida desde Emergencia a punto de dar a luz, está completa. “¡No puje!”, le exijo. “¡Aguante un poco!”. La madre está asustada y desesperada. Rápidamente es pasada a sala de partos, está lista. Viene el dolor, da un fuerte pujido y el llanto enérgico del niño se escucha en todo el ambiente, son las alegrías diarias en el piso de Obstetricia.

Los ajetreos y los gritos han puesto más nerviosa a la esposa de mi amigo. Me dice que los dolores han sido cada vez más fuertes mientras yo descansaba. La examino: 8 de dilatación, está lista para dar a luz. Llamo a mi amigo por el intercomunicador a Cirugía para comunicarle que ya va a dar a luz. Asimismo llamo al pediatra para que reciba y examine al niño. Todos se preparan, hay expectativa general. Viene mi amigo, no quiere pasar a observar el parto, prefiere quedarse afuera. Está muy nervioso. Su esposa está ya en la mesa de partos. Le empiezo a indicar que es lo que debe hacer para facilitar el parto. Tiembla levemente. “Tranquilízate”, le pido. Le digo que cuando sienta los dolores puje fuertemente. “¡Ya viene, Doctor!”, “¡Puje!, ¡Puje!, ¡Puje lo más fuerte que pueda!”, le exijo. Un sudor copioso baña su frente, el Pediatra y el Obstetra le dan ánimo. El Pediatra ayuda a presionar el vientre, la cabeza del niño empieza a asomar por la vagina. Las venas del cuello se le ingurgitan, su rostro se enrojece por el esfuerzo, sus dientes castañean. Pasó el dolor. “¡Animo!”, le digo. “Para el próximo dolor ya el niño nacerá”. “¡Duele mucho, Doctor!” me dice llorosa y temblorosa. Su respiración es muy agitada, jadea intensamente. Vuelve a comprimir los dientes, su rostro se llena de sangre, los músculos del cuello se contraen, el vientre se torna nuevamente duro, “¡Puje!, ¡Puje!”, le pido. Todo el personal le da ánimo. ¡Ya sale!, ¡Ya sale!.. ¡Salió!. El llanto del niño estremece nuestros corazones, la madre sonríe y llora de felicidad. “¡Es hombre!”. La obstetra sale apurada a darle la buena noticia al padre. Escucho exclamaciones de felicidad, se abrazan los abuelos, tíos y familiares. ¡Primer hijo!. El niño sigue llorando. Corto el cordón umbilical y se le entrego al Pediatra, ya el niño es responsabilidad de él, yo me ocupo de la madre. ¿Está feliz señora?, “Muy feliz Doctor, muchas gracias”. La paz y felicidad se reflejan en su rostro, ¡Es madre!

Continúo ocupándome de ella, saco la placenta, examino el canal del parto, el niño sigue llorando. No hay desgarros. Empiezo a suturar el corte que le hice. Mis cavilaciones sobre el primer hijo son interrumpidas por una mano temblorosa que se posa en mi hombro. Volteo, es mi amigo el pediatra. Me mira con ojos pasados, está pálido.. ¡Qué pasa!, le digo. “El niño es un trisomía 21” me dice estupefacto. Me quedo petrificado, una corriente helada estremece mi cuerpo, mis manos tiemblan, se me cae la pinza. Miro fijamente a los ojos de mi amigo como diciéndole que vuelva a examinarlo, que puede estar equivocado, pero no, un trisomía 21 es inconfundible. “además – agrega – tiene una cardiopatía”. No me atrevo a mirar a la madre, su primer hijo nacía con una malformación congénita: Era un mongolito. Afuera la felicidad era contagiante, acá en sala de partos el Pediatra y yo nos hundíamos en depresión. Nuestra impotencia ante estos sucesos de la naturaleza solamente nos hacen exclamar en nuestro interior” ¡Qué desgracia!, ¡Qué mala suerte!, y ocultar nuestra exteriorización de emociones ¡El médico no se emociona! ….. Tú que estuviste siempre bien no sientes nada de tu creación / el hombre sí te sufre/ ¡El Dios es él! Poema humano, dolor humano, Vallejo humano.

Empleábamos el sinónimo “Trisomía 21” para referirnos al mongolismo para que los familiares y demás gente no médica no nos entendieran.
Como decirle ahora a mi amigo que su hijo no era normal. La obstetra y la auxiliar en su afán de llevar rápidamente la noticia nos habían metido en este conflicto.
Mi mirada vacía se pierde en los caminos del infinito, a un lado del camino la felicidad y la alegría, al otro la tristeza y desgracia.
Me halan de un lado y de otro cayendo continuamente y experimento emociones antagónicas diarias. Estoy aprendiendo a no caer, mi corazón se está curtiendo.

El niño murió 4 meses después.

1 comentario:

Principezca dijo...

Que tristeza :(